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domingo, 2 de enero de 2011

Cioran y el misticismo

Muy poco nos queda para comentar de un autor que utiliza por títulos de sus mejores libros ¨Silogismos de la amargura¨  ¨ En las cimas de la desesperación¨  ¨Breviarios de los vencidos ¨ ¨Desgarradura ¨ ¨El ocaso del pensamiento ¨etc. En efecto, cuando leemos los títulos más consagrados de la obra de este autor rumano,, no nos queda más remedio que alejarnos de semejantes infortunios o buscar los verdaderos motivos, como lo intentaremos hacer aquí, de tan desanimadas quejas.
Emile Cioran. un aforista y pensador que emigró de Transilvania a París a estudiar filosofía y se consagró como el pesimista que su generación acogió con mucho cariño y en el que afianzó no solo sus fracasos, sino hizo carne un nihilismo extremo con el que disfrutaron de la muerte y caducidad de las grandes ideologías, es el autor de los textos mencionados.
Como decimos, poco nos queda para comentar de ese nihilismo de Cioran que comunica desde el título de sus libros con una vehemencia bastante poco frecuente en nuestros días,  y que nos permite observar el por qué fue un autor tan leído y comentado por aquellas mayorías silenciosas que sucumbieron a las ideologías y partidismos y se concentraron, como todo yo lírico, en un canto de negatividades contra el sistema y contra todos.
No me deja de sorprender el que de los viejos luchadores de los 60 y 70, no haya uno que no deje de aplaudir al Cioran que todos aplaudieron, por decir tantas verdades, esa suerte de filósofo vampiro que intentó sacarle la sangre a una institucionalidad que todo el mundo había olvidado que ya estaba definitivamente muerta.
Cioran es el pesimismo y descontento de las generaciones agobiadas por la transformación, pero que no pudieron cosechar sus frutos ni como verdaderos éxitos ni menos como verdaderos resultados. Pero lo más sorprendente es que el pesimismo de Cioran no es auténtico.
No es suyo en el sentido de que no tuvo cuño propio, sino se alimentó de tradiciones muchos siglos ya vigentes y de quienes tomó esa capacidad tan personal y mística que tiene el autor que lo critica todo pero que no es capaz, por que no lo puede ser, de criticar su propia capacidad crítica, es decir, no son capaces de aplicar sus propios principios a sí mismo.
Del pesimismo de Schopenhauer la lección que sacamos es su temprana vinculación al budismo mediante el cual  la literatura y filosofía de occidente canaliza y madura su visión del tema de la nada que hará época en Kierkegaard, Sartre y Marcel. Pero además del budismo, Cioran toma las tradiciones gnósticas como suyas donde el tema del conocimiento por el conocimiento intenta solventar el fundamento de un yo que a duras penas escapa de su insolvencia argumental como fue el caso del Max Stirner en la primera mitad del siglo XIX.  Tanto el budismo y el gnosticismo le sirvieron a Cioran para construir un discurso que si bien no era suyo, estuvo lleno de incoherencias, tales como aquellas de buscar a dios sabiendo que es una nada o aquella de ver en dios no una fe ni una religión sino el parámetro de un gnosticismo del siglo XX, como se queja Savater en su ¨Ensayo sobre Cioran¨.
De su estilo aforístico no estamos de acuerdo con que tiene deudas con Nietzsche. Cioran es más francés que el autor del Zaratustra y conoce muy temprano a los aforistas que también Nietzsche estudio hasta el cansancio, como lo fueron La Rochefoucauld y Pascal. En ambos autores franceses vemos la ironía, el sentido iluminador de la sentencia, como el valor que le atribuyen ellos al sarcasmo en el estilo sentencioso, por lo demás muy francés.  No debemos olvidar que fue Paul Reé quien insistió para que Nietzsche estudiara más a fondo a los franceses y en especial la critica a la moral de La Rochefoucauld, como un intento de trasladar la critica cultural y moral de Francia a Alemania.  Reé fue quien empujó a Nietzsche a escribir en el aforismo de La Rochefoucauld y Cioran, toma esta misma tradición haciéndola suya tal como ya lo había hecho el autor de ¨La gaya ciencia¨. En ambos autores no franceses, advertimos cierta brutalidad en el aforismo, cierto estilo de principiantes en un baile que no es el suyo.
Tal vez como periodista  o cronista de la decadencia, como buen olfato para lo moribundo, puede que el autor rumano tenga valores que lo destaquen de las tradiciones que hace suyas, a pesar que su idea de que la historia es historia del mal, lo que repite el último Baudrillard, es una idea gnóstica en especial de Basílides.
Del gnosticismo que mezcla a su manera con las afirmaciones de los escépticos griegos del período helenístico, hay algunas ideas sobre el exilio y la nostalgia de la patria que si bien son parte de la biografía de un emigrado rumano a Francia que adopta la nacionalidad francesa, exilio metafísico o lejanía metafísica de los orígenes, como le gustaba llamarlas, lo cierto es que en ese sentirse eternamente alejado de sí mismo solo logramos visualizar un misticismo que crece precisamente por esa imposibilidad de hacer del yo, como nos enseña Wittgenstein en el Tractatus, un objeto consistente del mundo. Pues lo fundamental en Cioran es ese ego trascendental al que se refería Kant como una quimera de la razón, un mito que el yo, incluso el yo crítico de Cioran, del que solo podemos esperar letanías y divagaciones cargadas de un falso escepticismo, no es ni será capaz de salir victorioso pues es imposible.
De que fue un buen escritor no hay duda alguna. En su caso el escribir en una lengua que no era la suya parece hacer parte de ese aire de prestamista de ideas y de estilos literarios que él mismo se preocupó de ocultar. Sin embargo, los grandes del pensamiento nunca se han destacado por escribir bien. Los mejores filósofos escriben mal o simplemente no escribieron. Cioran el místico escribió muy bien y debió ser un poeta. Y un buen poeta. Solo en la poesía el misticismo tiene y tendrá cabida. En la filosofía no.
Frente a la inquietud metafísica que hace parte indudable de las reflexiones de Cioran, el sentimiento infinito de la nada es una afirmación del absoluto divino y , al mismo tiempo, una negación de él. Como dice Sylvie Jaudeau en su  ¨Cioran ou la dernier homme¨ (José Corti.1990), un libro rico en mostrarnos las filiaciones ocultas del autor rumano, Cioran es una  ¨conciencia torturada por el conflicto entre la clarividencia y la necesidad de unidad, un ¨alma escéptica¨ atormentada por la pasión de lo absoluto¨ (99).  A pesar de ese sentimiento de la gran náusea que acompañó a toda su generación, vemos en Cioran una concesión a la búsqueda de un dios muerto, sea como religiosidad sin dios o como teología negativa, y en esto se parece al héroe de ¨Crimen y Castigo¨ de Dostoievski,  quien luego de intentar ser dios termina atormentado por una fe ciega en la que la búsqueda frenética del absoluto oscila entre una extrema pasión del éxtasis y el horror del vacío.
Pero si habláramos de un místico sin dios, como lo afirma Sylvie Jaudeau en su excelente libro sobre Cioran, no solo aparece como un contrasentido, el que representa en gran medida la contradicción fundamental del pensamiento del autor rumano, sino que ampara y justifica esa nostalgia y melancolía que acompaña, casi como un invitado de piedra, las búsqueda delirantes a la que nos somete en sus escritos.
Pero si la nostalgia y el exilio aparecen unidos o son el resultado palpable de una búsqueda imposible de dios, ello nos muestra no solo lo injustificado o indirecto de  sus reflexiones sobre este tema, sino nos hacen ver que la nostalgia cristiana como la nostalgia positivista van de la mano desde el romanticismo y no nos permiten abordar el tema con  fundamentos consistentes, como ya lo denunciamos en nuestro   ¨Modernidad y nostalgia. Seis meditaciones sobre la nostalgia de mi mundo¨  Editorial de la Universidad  de  Santiago de Chile.2002.
No, Cioran no es ¨ uno de los pensadores más radicales y nihilistas del siglo XX¨ como lo afirmó Andrés Villalba en esta misma revista, (Revista Buho N24, año VI 2007:2008, pag 70), pues un verdadero nihilista no puede pasar de contrabando a un dios que niega con toda vehemencia y en el que y por el que justifica su propia pasión por una búsqueda infinita.

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